domingo, 22 de marzo de 2009

Aerolito, el Astroboy criollo (cada uno tira para su lado/sentado en una mesa comiendo empanadas en un séptimo piso)

Al Astroboy criollo se lo veía angustiado, mirando al mantel, encerrado en su vestido cheto de Wenceslao (Clark Kent). Digamos que así no más estaba muy cocido a la peor de las ideologías, como lo era la del fracaso. Ponerse la capa no es solo para atravesar a personas a las que se ama con la sangre, ni para sentir vergüenza. Es crecer. Evolucionar, porque desde que el hombre es hombre, todos los pasos de la cultura hacia el presente fueron relativos a la voluntad de hombres particulares, decía. Era lo mismo que ver a un niño desnudo y querer vestirlo. Todo el tiempo. Los instantes más nobles se mezclan como azúcar en agua por tanta vocación -es misterio de un destino que lo persigue. Aerolito tiene un ojo mínimo, una poesía atómica, una pasión con antenas y es un héroe y por eso se levanta de la mesa: con la austeridad de un tick tira por el balcón un vaso con gancia que se incrusta justo en la cabeza de un perro rabioso que aparecía hociqueando siempre por el barrio. Todas sus amigas le habían contado el miedo. Y él ante la injustia está como en la pampa por la noche, cuando una sinfonía de vacas duerme al cielo con misticismo y otras ultraverdades artísticas. Las empanadas de carne son hoy las curanderas del pensamiento aerolítico: si a uno le gusta tener sabiduria tiene que dejarse morder y responder siempre con honestidad, y hablar, hacerse escuchar, hacerse mirar, hacerse preguntas ordinarias para que la mano del justo pueda sembrar vida en lo desconocido. En veinte minutos...

by doña rodrigo

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