martes, 17 de marzo de 2009

No titule mi texto, compañero.

Encontrarse, sobre todo, en pequeños gestos, cotidianos, sin importancia. Saberse, al resguardo, bajo un chaparrón que pega, que se entrega, a las chapas, y el sonido, templado, que llega, que entra, con olores del afuera, puro, desinteresado, invencible. Estar adentro y mirar, el viboreo inocente, del humo, del aire, que desprende el agua caliente, antes, o ahora, cuando toca la yerba, y moja, penetra, o aún antes, cuando pasábamos el mate, a otro, a otra mano amiga, y quedaba, porque persistía, y persiste, el calor en la palma, como algo seguro, inalterable. Es la entrega, o el silencio, la comprensión tranquila, en la que no se mezquina, en la que ceden las riendas, como vencidas, por algo tibio que no viene de afuera, sino de la entraña del mirar sincero. Y yo, entre esas cosas, me olvido, de mí, de las dolencias que supe conseguir, me olvido del látigo de la obligación diaria. A ese dejarse ir, como el sabor que se desvanece, de la yerba, de la boca que jura, nos prendemos con los dientes, para ser como otros, antes, que sabían y eran, entre arreos e injusticias cantadas bajo el cielo generoso. Nosotros, no ellos, no sabemos, desvariamos, sin facón, sin guitarras, callados, en la ensoñación, y llevamos, resignados, a la boca, el mate que los otros dejaron, como un consuelo, o un homenaje tímido.

by marco.

Foto de Juanele tomando mate.

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